Thursday, September 25, 2008

Aprendiendo

No hay nada más excitante, aterrador y maravilloso que lo nuevo. No recuerdo cuando di mis primeros pasos, ni siquiera cuando me monte en una bicicleta y rodé. Me acuerdo que cuando tropezaba con el suelo y me raspaba las rodillas, me lamía un poco y la sangre paraba junto con el dolor. La primera vez que me fracture el brazo izquierdo no llore, ni la segunda ni la tercera. Es que el cuerpo tiene memoria de sus golpes.

Cuando maneje por primera vez un carrito (de golf), fue tan fácil, frene-acelere, y no hay más, lleve el timón correctamente por su carril –creo que fue la instrucción que me dio mi mamá en Peñalisa. En las tardes me iba por los campos de golf, por las vías principales y secundarias, hasta por los green… bueno, no era tan obediente como soy ahora.

Yo creía que con saber llevar el timón era suficiente para manejar un carro con cambios, de pronto esquivar los huecos y no es así. Ahora, que gracias a que me gradué (hace un año y punta) estoy tomando clases de conducción estoy descubriendo que manejar es un arte, sobre todo un arte de la mesura y costumbre… debo atinar a la combinación perfecta, freno-embrague-acelerador.

Tengo varios problemas, el primero es hacer la combinación sin que el carro cascabelee, se sobre-acelere o se apague. El segundo siempre me ha acompañado, reconocer cual es la izquierda de la derecha, lo que en términos prácticos se puede reducir a un arriba y abajo en la direccional. El tercero son los nervios, si uno aprendiera a manejar en una ciudad donde el tráfico no fuera tan caótico, donde las personas no pitaran, donde no tuviéramos afán… todo sería diferente, pero es muy lindo desear…


Con respecto al último punto, en la universidad yo trabajaba con neo-javerianos y me molestaba mucho que los alumnos los chiflaran o hicieran bromas pesadas por nuevos. Es que –como les dije alguna vez a un grupo de estudiantes- todos pasamos por ese punto, nadie pasa del jardín a la universidad y lo olvidan, lo cual es análogo con los conductores, nadie nace con el pase pegado a la frente y el ochenta por ciento toma un curso, al noventa por ciento se le ha apagado el carro. Y en la calle cuando ven un carro de enseñanza lo esquivan, te gritan cosas, piensan en lo buñuelo que eres tú sin mirar atrás, ver por el espejo retrovisor…


Espejos, quién dice que debes mirar tres espejos, coordinar los movimientos de tus manos y pies, sentir el motor… el instructor, figura tiránica y comprensiva que no se gano el pase en una caja de cereal, que de hecho, reconoce tu esfuerzo y se esfuerza en que tu apruebes un curso… en que tú le pierdas el miedo a manejar, a los conductores y dejes de lado los nervios.


Y con esto vuelvo a principio, manejar es una necesidad en nuestros días pero que rico sería hacerlo por gusto, y que siempre lo hiciéramos como la primera vez… que fuéramos un poco más tolerantes con los buñuelos…que de esos hay sobrepoblación. Por eso cuando vea un carro que dice enseñanza… recuerde que usted también fue buñuelo y hasta tamal….

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