Tuesday, September 11, 2012

Encuentro con el poeta


Siempre: un instante en nuestra vida o nuestra vida en un instante...

Debí ser muy pequeña cuando recibí el libro de poesía de Jairo Aníbal Niño Preguntario y cuando a mi hermana le regalaron La alegría de querer. Recuerdo que en mi casa siempre hubo libros, tuvimos una colección de cuentos de los clásicos en pasta dura de colores, tal vez de Oveja negra.

No sé a qué edad empecé a escribir pero mi mamá recibió las mejores tarjetas hechas por una hija, eran con formas, cortes y palabras precarias de una niña que hasta ese momento estaba empezando a descifrar el mundo y descubriendo las palabras que la marcarían. Realmente no sé si leía o si ella me leía, tenía una fascinación loca por la mitología griega (Por todos los dioses), Mi amigo el pintor y El diablo de la botella (libros que conservo de Norma).

Garabateaba poemas, desde pequeña me acostumbre a escribir en verso, y aunque nunca tuve muchas amigos siempre llenaba cuadernos con palabras, versos, oraciones y poemas, muchos de amor; inventaba nombres y reescribía e ilustraba mis escritos. Dibujaba con acuarelas o colores el mundo. Me caía de los patines y me sumergía en las piscinas azules de mi ciudad.

Mi mamá guardaba todo lo que yo hacía y escribía, sobretodo llevaba un poema consigo. Ese día había llovido, mi colegio era solo barrial y los niños corríamos de un lado al otro, de pronto soñaba con que me llevará el viento, la diversión la hacen las cosas pequeñas y la lluvia en tierra caliente siempre es propicia para volar como Juan Salvador Gaviota. Supongo que eran las cuatro y algo cuando me recogió, no se molesto al verme tan sucia y me llevo a un lugar maravilloso, la biblioteca del Banco de la República en Girardot, ya estaba seca y entramos a la conferencia del POETA Jairo Aníbal Niño.

Él dijo cosas sobre la poesía y el amor, y los adultos le preguntaban cosas absurdas, yo estaba maravillada al tener a mi poeta en frente y dentro de la timidez que me caracterizaba, yo solo quise que nos leyera un poema (no recuerdo cual), luego mi mamá le paso el poema que tenía de mí y se lo obsequió, él hizo que yo lo leyera frente a todos… fue mi primer encuentro con el público. Cuando la charla se terminó, Jairo Aníbal Niño me dijo que era muy bonito mi poema y que tenía que escribir más, me dio sus datos y me escribió un par de veces. Esa noche estuvimos un rato más en la biblioteca y luego nos fuimos a casa.

Pasaron algunos años y después de mucho desistir y persistir entré a estudiar Literatura en Bogotá, y me sentí mala escritora, mis palabras no sonaban tan bien y fui abandonando el oficio de la escritura poética y encontrando la cuenteria. Y un día la facultad había invitado al POETA a una charla, el auditorio estaba lleno y yo lloraba porque estaba viendo a mi ídolo de infancia, los adultos le hicieron preguntas tontas sobre el amor, la vida, la técnica, preguntas que desdibujan la poesía. Yo, como la primera vez, ose en pedirle que me leyera mi poema El caballo y lloré, ese fue unos de los días más hermosos de mi vida; quise que me firmara mi edición de Preguntario, la de Valencia editores, que conservo como un tesoro.

Eso me ayudo a entender mi función como mediadora de lectura. Lo leí varias veces a docentes cuando hacía talleres, ya que la historia lectora de un niño empieza en casa y en la escuela, y es deber del maestro permitir que los niños vuelen en caballos de mil colores, que comen hojas de menta y se esconden en diminutos delantales.


Este texto fue escrito  para el Curso virtual de Lectura en voz alta.
Sobre historia lectora.