Siempre:
un instante en nuestra vida o nuestra vida en un instante...
Debí ser muy pequeña cuando recibí el libro de poesía de
Jairo Aníbal Niño Preguntario y
cuando a mi hermana le regalaron La
alegría de querer. Recuerdo que en mi casa siempre hubo libros, tuvimos una
colección de cuentos de los clásicos en pasta dura de colores, tal vez de Oveja
negra.
No sé a qué edad empecé a escribir pero mi mamá recibió las
mejores tarjetas hechas por una hija, eran con formas, cortes y palabras
precarias de una niña que hasta ese momento estaba empezando a descifrar el
mundo y descubriendo las palabras que la marcarían. Realmente no sé si leía o
si ella me leía, tenía una fascinación loca por la mitología griega (Por todos los dioses), Mi amigo el pintor y El diablo de la botella (libros que
conservo de Norma).
Garabateaba poemas, desde pequeña me acostumbre a escribir en
verso, y aunque nunca tuve muchas amigos siempre llenaba cuadernos con
palabras, versos, oraciones y poemas, muchos de amor; inventaba nombres y
reescribía e ilustraba mis escritos. Dibujaba con acuarelas o colores el mundo.
Me caía de los patines y me sumergía en las piscinas azules de mi ciudad.
Mi mamá guardaba todo lo que yo hacía y escribía, sobretodo
llevaba un poema consigo. Ese día había llovido, mi colegio era solo barrial y
los niños corríamos de un lado al otro, de pronto soñaba con que me llevará el
viento, la diversión la hacen las cosas pequeñas y la lluvia en tierra caliente
siempre es propicia para volar como Juan Salvador Gaviota. Supongo que eran las
cuatro y algo cuando me recogió, no se molesto al verme tan sucia y me llevo a
un lugar maravilloso, la biblioteca del Banco de la República en Girardot, ya
estaba seca y entramos a la conferencia del POETA Jairo Aníbal Niño.
Él dijo cosas sobre la poesía y el amor, y los adultos le
preguntaban cosas absurdas, yo estaba maravillada al tener a mi poeta en frente
y dentro de la timidez que me caracterizaba, yo solo quise que nos leyera un
poema (no recuerdo cual), luego mi mamá le paso el poema que tenía de mí y se
lo obsequió, él hizo que yo lo leyera frente a todos… fue mi primer encuentro
con el público. Cuando la charla se terminó, Jairo Aníbal Niño me dijo que era
muy bonito mi poema y que tenía que escribir más, me dio sus datos y me
escribió un par de veces. Esa noche estuvimos un rato más en la biblioteca y
luego nos fuimos a casa.
Pasaron algunos años y después de mucho desistir y persistir
entré a estudiar Literatura en Bogotá, y me sentí mala escritora, mis palabras
no sonaban tan bien y fui abandonando el oficio de la escritura poética y
encontrando la cuenteria. Y un día la facultad había invitado al POETA a una
charla, el auditorio estaba lleno y yo lloraba porque estaba viendo a mi ídolo
de infancia, los adultos le hicieron preguntas tontas sobre el amor, la vida,
la técnica, preguntas que desdibujan la poesía. Yo, como la primera vez, ose en
pedirle que me leyera mi poema El caballo
y lloré, ese fue unos de los días más hermosos de mi vida; quise que me firmara
mi edición de Preguntario, la de
Valencia editores, que conservo como un tesoro.
Este texto fue escrito para el Curso virtual de Lectura en voz alta.
Sobre historia lectora.
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