Moví un poco las piernas, las tenía entumidas, sentí que de los dedos del pie se desprendía un poco de sangre, quise recordar donde estaba, y me fue imposible. Levante la mirada, sólo por costumbre, y no vi nada… nada, me angustie, un dolor insoportable sacudía mi pecho, me levante sin fuerzas, resbale, grite, llore, maldije… -¿y ahora qué? Pensé.
Algo dentro de mi ser me decía que todo iba a estar bien, que esto era pasajero, que las alas, ¿las alas? Recordé que Dios no toma venganza y que los ángeles caídos andan por el mundo desterrados, dispuestos a que un alma buena los socorra.
- Claro, yo ya había hallado el alma, era pura, diminuta, estaba encerrada en un pequeño cuarto, un tanto dispar, un tanto sucio. La cama es particularmente fea, tiene una estructura metálica amarilla que esta cubierta por un pedazo de tela a cuadros, beige, verde y amarillo. Hay una silla de madera, una ventana que nunca se abre. Ella estaba sentada, encima de la cama, muy brava, muy ebria… de un momento a otro, rompió la botella, yo me aproxime y caí, rápido, quería evitar lo inevitable, grite, no me atendió… perdí el conocimiento, hasta ahora.
En la silla, tomo la mano de mi alma, y ella ya se fue.
Carolina Jiménez
Febrero 12 de 2008
No comments:
Post a Comment